jueves, 9 de noviembre de 2017

La Canción de Roland (32/34)

 2.- La Embajada
3.- Ganelón y Blancandrín
4.-La traición de Ganelón
5.-El sueño de Carlomagno
6.-Roldán y los Doce Pares
7.-Marsil y sus aliados
8.-Roldán y Oliveros
9.- El Combate
10.- Los últimos combates
11.- Mueren los capitanes de Roldán
12.- El Olifante de Roldán
13.- La muerte de Oliveros
14.- La derrota de los infieles
15.- La peña de Roldán
16.- La muerte de Roldán
17.- La victoria de Carlomagno
18.- La visión


32.- Terrín y Pinabel

Carlos estaba consternado al ver que todos sus amigos le abandonaban. Querían que personara al infame Ganelón y olvidara la muerte de Roldán. Jamás podría consentirlo. Pero ¿qué podría hacer?. 



Habían procesado a Ganelón y los mismos jueces querían absolverle. Además, Pinabel se había erigido en defensor del acusado y alguien tendría que luchar contra él para sostener la acusación.

-¡Desdichado de mí! –exclamó el rey- ¿no habrá justicia sobre la tierra?.

Entonces se levantó el caballero Terrín, hermano de Godofredo, duque angevino.
Terrín era enjuto de cuerpo, cetrino, de cabellos negros y rostro moreno. Aunque no era de elevada estatura tampoco podría decirse que fuera bajo.

Con mucha cortesía se dirigió Terrín al emperador en los siguientes términos:

-No tengáis pena, señor mío. He estado con vos mucho tiempo y os he servido con lealtad. Por el honor de mis antepasados debo intervenir en el juicio contra Ganelón. Mi opinión es la siguiente: aunque Roldán hubiese odiado a Ganelón este no era motivo para que provocase su muerte, Roldán estaba a vuestro servicio, señor, y confiaba en ello. Roldán cumplió con su deber y al traicionar a Roldán, Ganelón os traicionó también a vos. Ganelón es pues, un felón, ha sido perjuro y truhán. Considero que por ello ha de ser ahorcado y su cuerpo ser tratado como el de un villano. Si hay algún pariente suyo disconforma con mis palabras que sepa que estoy dispuesto con mi espada a sostener mi juicio.

Muchos de los presentes cambiaron de opinión al oír las palabras de Terrín y exclamaron:

-Tiene razón el duque Terrín. Ganelón es un traidor y debe de ser declarado culpable de felonía.

Avanzó entonces Pinabel. Era un hombre corpulento y fuerte, valiente y ágil. Sería temible en el combate.

Pinabel se dirigió al rey y le dijo con mesuradas palabras:

-Este es el tribunal, señor. Ordenad suspender toda discusión. El duque Terrín ha expuesto su opinión y yo la mía. Vamos a combatir para dirimir el pleito y que gane quien tenga razón.

Pinabel tendió al rey, en el puño, un guante de piel de ciervo: era el guante de su mano derecha.

El emperador aceptó, pero dijo a Pinabel:

-De acuerdo, acepto la pelea, pero deberéis dar buenos rehenes.

Treinta parientes de Ganelón se ofrecieron en garantía. A su vez el rey ofreció los suyos. Todos quedaron bajo custodia hasta que fuese conocido el justo derecho.

El duque Terrín presentó al emperador su guante derecho. Todos opinaron que el reto era legal y Ogier el danés fue el encargado de concertar los detalles del desafío.


Después, ambos contendientes pidieron sus caballos y sus armas.

Antes del combate Terrín y Pinabel se confesaron y fueron bendecidos y absueltos. Oyeron misa y recibieron la comunión.

Una vez hecho todo esto volvieron a presencia de Carlos. Se calzaron las espuelas y vistieron las cotas. Ciñeron las espadas, colgaron de su cuello el escudo y empuñaron las lanzas. Por último, montaron en sus rápidos corceles.


Lloraron entonces cien mil caballeros la suerte del buen Terrín, que defendía el honor de Roldán. ¿Quién saldría victorioso?, sólo Dios lo sabía. 


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